La historia de un queso ancestral
En el siglo VIII, en las tierras de la antigua provincia de Touraine, nació una tradición quesera única. Cuenta la leyenda que las mujeres árabes, que quedaron atrás tras la derrota de los sarracenos en Poitiers, transmitieron a los habitantes locales sus conocimientos sobre el pastoreo y la fabricación de queso. Esta historia milenaria se perpetúa hoy a través de un estricto pliego de condiciones: una forma característica de tronco, paja de centeno grabada con el nombre del productor y un periodo mínimo de maduración. El color grisáceo de su corteza de moho superficial, obtenido con carbón vegetal, recuerda el origen de su nombre «Maure». El propio Honoré de Balzac ya celebró este tesoro gastronómico en su obra «La Rabouilleuse» en 1841, dando testimonio de sus profundas raíces en el patrimonio culinario de la región.
